Mi participación en El Holandés fue especial por muchas razones. Esta vez no se trató de pintar en vivo ni de intervenir un espacio, sino de mostrar mis obras en un lugar que siento cercano desde hace años: Pompeya Pizza Napoletana. Un rincón del barrio donde suelo ir, y que en esta ocasión se transformó en el escenario de una noche única.
Expuse algunos de mis cuadros pintados a mano y también prints de mis obras digitales, en una velada donde se mezclaron el arte, la música y la buena energía. Hubo artistas cantando en vivo, un bingo musical y un clima de esos que se sienten auténticos desde el primer momento.
Ver mis obras colgadas en un espacio que frecuento desde hace tanto tiempo fue emocionante. No solo por lo que significa compartir mi trabajo con otras personas, sino también por todo lo que representa para mí: el recorrido, los colores, las ideas que fueron tomando forma con el tiempo.
Estas experiencias me siguen confirmando que el arte no siempre necesita un museo o una galería para brillar. A veces, basta con un lugar con alma, una pizza napolitana, buena música… y gente con ganas de disfrutar.